Es mejor llorar que enfurecerse, porque la ira hace daño a los demás, mientras que las lágrimas fluyen silenciosamente a través del alma y limpian el corazón.
No puedo dejar de señalar una vez más que los pobres constituyen el desafío moderno, especialmente para los más acomodados de nuestro planeta, donde millones de personas viven en condiciones inhumanas y muchas literalmente mueren de hambre. No es posible anunciar a Dios Padre a estos hermanos y hermanas sin asumir la responsabilidad de construir una sociedad más justa en nombre de Cristo.
El Evangelio vive en conversación con la cultura, y si la Iglesia se aleja de la cultura, el Evangelio mismo guarda silencio. Por lo tanto, debemos ser valientes al cruzar el umbral de la revolución de la comunicación y la información que ahora tiene lugar.
En el niño recién nacido se realiza el bien común de la familia.
Que la pena de muerte, un castigo indigno que aún se usa en algunos países, sea abolida en todo el mundo.
Es el deber de todo hombre defender la dignidad de cada mujer.