Los humanos se convierten en ángeles en la tierra, no en el cielo.

Un cuerpo libre de enfermedades, una respiración libre de temblores, una mente libre de estrés, un intelecto libre de inhibiciones, una memoria libre de obsesiones, un ego que incluye todo y un alma libre de tristeza es el derecho de nacimiento de cada ser humano.

Como seres humanos, nuestra grandeza no radica tanto en ser capaces de rehacer el mundo; ese es el mito de la era atómica, sino en ser capaces de rehacer nosotros mismos.

La fe no interviene para abolir la autonomía de la razón ni reducir su ámbito de acción, sino únicamente para llevar al ser humano a comprender que en estos eventos es el Dios de Israel quien actúa.

Es crucial que nos demos cuenta del gran valor de la existencia humana, la oportunidad y el potencial que nuestras breves vidas nos ofrecen. Solo como humanos tenemos la posibilidad de implementar cambios en nuestras vidas.

Toda actividad humana se desarrolla dentro de una cultura e interactúa con ella.

Necesitamos una nueva apologética, orientada a las necesidades de hoy, que tenga en cuenta que nuestra tarea no es ganar argumentos, sino ganar almas... Tal apologética deberá respirar un espíritu de humanidad, esa humildad y compasión que entienden las ansiedades y preguntas de las personas.

Siento que no solo debemos mantener relaciones suaves y pacíficas con nuestros semejantes, sino que también es muy importante extender la misma actitud hacia el medio ambiente natural.

Mi trabajo como ser humano es calmar mi mente, abrir mi corazón y hacer lo que pueda para aliviar el sufrimiento con toda la sabiduría, habilidad, lo que sea que tenga.

El camino hacia el Espíritu Supremo se encuentra a través del servicio incesante a la humanidad mediante el cumplimiento del trabajo asignado sin pensamientos egoístas.

Los valores humanos nacen con el hombre. No se obtienen desde afuera. El hombre en su ignorancia no es consciente de estos valores. Cuando el hombre se deshace de su ignorancia, experimentará su naturaleza divina.

Nuestro futuro en este planeta, expuesto como está a la aniquilación nuclear, depende de un solo factor: la humanidad debe hacer un giro moral.

Nuestro conocimiento humano es una vela quemada en un altar tenue hacia una Verdad tan vasta como el sol.

Cuando te haces consciente del silencio, inmediatamente surge ese estado de alerta interna y calma. Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento humano colectivo.

Es cuando experimentas el sufrimiento de otro como propio que se manifiestan tus valores humanos.

La mayoría de los seres humanos solo conocen el lenguaje de la explotación. Debido a su egoísmo, no pueden considerar a los demás.

El mal es una manifestación extrema de la inconsciencia humana.

Trata de cultivar el amor a Dios. Naciste como ser humano solo para alcanzar el amor divino.

Compito solo conmigo mismo y trato de convertirme en un mejor ser humano. Ese es mi objetivo.

La mayor desgracia que puede suceder a un ser humano es perder su paz interior. Ninguna fuerza externa puede arrebatársela. Son sus propios pensamientos, sus propias acciones, los que se la roban.

Vacío es el argumento del filósofo que no alivia ningún sufrimiento humano.

El epítome del reino humano es estar atascado en un gran embotellamiento de pensamientos discursivos.

Es posible que en el siglo XXI la Tierra no esté habitada por humanos. Uno de los grandes místicos de la India, un hombre muy simple en las montañas, alguien una vez le preguntó sobre el futuro. Él dijo que llegará un momento en que caminarás cinco millas y podrás ver una luz y estarás tan feliz de saber que existe otro ser.