Desde el punto de vista budista, la experiencia real de la muerte es muy importante. Aunque cómo o dónde renaceremos generalmente depende de las fuerzas kármicas, nuestro estado mental en el momento de la muerte puede influir en la calidad de nuestro próximo renacimiento. Así que en el momento de la muerte, a pesar de la gran variedad de karmas que hemos acumulado, si hacemos un esfuerzo especial para generar un estado virtuoso de la mente, podemos fortalecer y activar un karma virtuoso, y así traer un renacimiento feliz.

El mundo es impermanente. Uno debe recordar constantemente la muerte.

La debilidad es tensión constante y miseria: la debilidad es muerte.

La historia de la humanidad, la historia de la salvación, pasa por el camino de la familia... La familia está colocada en el centro de la gran lucha entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre el amor y todo lo que se opone al amor.

Todo placer objetivo a la larga debe traer dolor, debido al hecho del cambio o la muerte.

La vida y la muerte son lo mismo. Cuando nos damos cuenta de este hecho, ya no tenemos miedo de la muerte, ni dificultades reales en nuestra vida.

A medida que uno envejece, debe intentar no matarse de trabajo innecesariamente. Al menos eso es lo que me pasa a mí... Apenas puedo seguir el ritmo y debo tener cuidado de que las fuerzas creativas no me persigan por el universo con un golpe.

Todos enfrentamos la muerte al final. Pero en el camino, ten cuidado de no herir nunca el corazón humano.

El Enemigo es vencido por la bendita Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo.

¿Por qué debería temer a la muerte? Si soy, la muerte no está. Si la muerte está, yo no soy. ¿Por qué debería temer a lo que solo puede existir cuando yo no estoy?

Sabe que la erradicación de la identificación con el cuerpo es caridad, austeridad espiritual y sacrificio ritual; es virtud, unión divina y devoción; es el cielo, la riqueza, la paz y la verdad; es gracia; es el estado de silencio divino; es la muerte inmortal; es jnana, renuncia, liberación final y dicha.

La muerte no es una aniquilación de la existencia, una escapatoria final de la vida; ni la muerte es la puerta hacia la inmortalidad. El que ha huido de su Ser en los gozos terrenales no lo recapturará entre los encantos gossamer de un mundo astral. Allí solo acumula percepciones más finas y respuestas más sensibles a lo bello y lo bueno, que son uno. Es sobre el yunque de esta gruesa tierra donde el hombre que lucha debe martillar el oro imperecedero de la identidad espiritual.

La Iglesia contrarresta la cultura de la muerte con la cultura del amor.

Es una muerte viviente si uno está obsesionado por el orgullo, el ego y la ira.

El miedo a la muerte solo viene a través de la fragilidad del ego.

Jivatman, el habitante de este cuerpo, pasa por la niñez, la juventud y la vejez y luego con la misma facilidad entra en otro cuerpo a través de la puerta de la muerte, por lo tanto, los sabios no se dejan engañar por el fenómeno de la muerte.

Una vez que dejes de aferrarte y permitas que las cosas sean, serás libre, incluso del nacimiento y la muerte. Transformarás todo.

Cada respiración que tomas es un paso hacia la muerte.

Esta vida no tiene forma y es vacía por naturaleza. Si te aferras a alguna forma, debes rechazarla. Si ves un ego, un alma, un nacimiento o una muerte, recházalos todos.

Fuerte y saludable, ¿quién piensa en la enfermedad hasta que golpea como un rayo? Preocupado por el mundo, ¿quién piensa en la muerte hasta que llega como un trueno?

La muerte es el impuesto que el alma debe pagar por tener un nombre y una forma.

Contra otras cosas es posible obtener seguridad, pero cuando se trata de la muerte, todos nosotros los seres humanos vivimos en una ciudad sin muros.

¿Puede algún hombre ser valiente si tiene miedo de la muerte en él?