¿Conocemos a nuestros pobres? ¿Conocemos a los pobres en nuestra casa, en nuestra familia? Tal vez no tengan hambre de un trozo de pan. Tal vez nuestros hijos, marido, esposa no tengan hambre, ni estén desnudos, ni desposeídos, pero ¿estás seguro de que no hay nadie allí que se sienta no deseado, privado de afecto?

Extiende los límites del resplandeciente reino de tu amor, incluyendo gradualmente a tu familia, tus vecinos, tu comunidad, tu país, todos los países, todas las criaturas vivientes sentientes.

Si piensas que estás iluminado, pasa una semana con tu familia.

La verdadera santidad no significa huir del mundo; más bien, radica en el esfuerzo por encarnar el Evangelio en la vida cotidiana, en la familia, en la escuela, en el trabajo y en el compromiso social y político.

Si uno de los hermanos, siendo capaz de mantenerse por su propia ocupación, no desea una parte de la propiedad familiar, puede ser separado por los demás recibiendo una pequeña parte de su parte para vivir.

Así va la familia, así va la nación y así va el mundo entero en el que vivimos.

Aquél que habita en el dominio del atman no pertenece a una familia, sociedad o nación particular. Más bien, es parte de toda la humanidad. Ama el bienestar de todos, tanto como ama su propio atman.

Ya sea que consideremos el nivel individual, familiar, local, nacional o internacional, la paz debe surgir de la paz interior. Por ejemplo, hacer oraciones por la paz mientras se sigue albergando ira es inútil. Entrenar la mente y superar la ira es mucho más efectivo que la mera oración. La ira, el odio y los celos nunca resuelven los problemas, solo el afecto, la preocupación y el respeto pueden hacerlo.

Todo esfuerzo por sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de la familia es un gran servicio a la humanidad.

La verdad es que cada individuo está prisionero de un cuerpo. Un cuerpo es una prisión, una familia es una prisión, el mundo es una prisión, y nosotros somos prisioneros de nuestras propias mentes.

Fui descuidado por mi familia porque los decepcioné: huí de ser forzado a un matrimonio arreglado, lo que fue un gran golpe para ellos.

La historia de la humanidad, la historia de la salvación, pasa por el camino de la familia.

Las ocho ataduras o trampas son el odio, la vergüenza, el miedo, la pena, la condena, los prejuicios raciales, el orgullo familiar y la presunción. La eliminación de estas ataduras lleva a la magnanimidad del Corazón.

La familia que reza unida, permanece unida.

Todos somos una familia, sirve a todos.

La paz no significa la ausencia de guerra, la paz significa la presencia de armonía, amor, satisfacción y unidad. La paz significa un torrente de amor en la familia mundial.

¿Cómo aprenderás sobre la divinidad interior? A través del ambiente adecuado de la familia, amigos, maestro e incluso buenos alrededores.

¡Ama a la familia! Defiéndela y promuévela como la célula básica de la sociedad humana; aliméntala como el principal santuario de la vida. Presta gran atención a la preparación de las parejas comprometidas y acércate a las parejas jóvenes casadas, para que sean para sus hijos y toda la comunidad un elocuente testimonio del amor de Dios.

La mayor tragedia de la familia son las vidas no vividas de los padres.

A menudo me he preguntado si una persona está justificada al descuidar a su propia familia para luchar por las oportunidades de los demás.

Es fácil renunciar a la familia y al mundo, pero difícil renunciar al ego que está tan firmemente establecido y tan dispuesto a crecer.

Cuando ves al amado a tu alrededor, todos son familia y en todas partes hay amor.

Eres la parte más importante de la familia. Cuídate a ti mismo primero. Luego podrás cuidar a todos los demás aún mejor.