¿Quién es el que ama y quién el que sufre? Él solo representa una obra consigo mismo; ¿quién existe, salvo Él? El individuo sufre porque percibe la dualidad. Es la dualidad lo que causa toda tristeza y dolor. Encuentra el Uno en todas partes y en todo, y terminará el dolor y el sufrimiento.

Que todos los seres sintientes sean felices y estén libres de sufrimiento.

El sufrimiento es principalmente una llamada de atención, que en sí misma es un movimiento de amor. Más que la felicidad, el amor quiere el crecimiento, la ampliación y el profundo aumento de la conciencia y el ser. Cualquier cosa que lo impida se convierte en una causa de dolor, y el amor no rehúye el dolor.

Enseño una cosa y solo una: el sufrimiento y el fin del sufrimiento.

La doctrina de Buda: El hombre sufre por su ansia de poseer y mantener para siempre cosas que son esencialmente impermanentes... esta frustración del deseo de poseer es la causa inmediata del sufrimiento.

El sufrimiento es un producto del conocimiento limitado.

No hay aflicción, prueba ni trabajo difícil de soportar, cuando consideramos los tormentos y sufrimientos que Nuestro Señor Jesucristo soportó por nosotros.

Nada es más agudo que el sufrimiento, nada es más dulce que haber sufrido.

Cada ser, incluso aquellos que son hostiles a nosotros, tiene el mismo miedo al sufrimiento que nosotros y busca la felicidad de la misma manera en que nosotros lo hacemos. Cada persona tiene el mismo derecho que nosotros a ser feliz y no sufrir. Así que cuidemos a los demás con todo nuestro corazón, tanto a nuestros amigos como a nuestros enemigos. Esta es la base de la verdadera compasión.

Cada ser humano tiene potenciales para sanar. La energía sanadora fluye sin interrupción en cada corazón humano. Con el uso correcto de la voluntad dinámica, estos canales de energía sanadora pueden dirigirse hacia la parte del cuerpo y la mente que sufre. La energía sanadora puede nutrir y fortalecer al que sufre. La clave para la sanación es el desinterés, el amor, la voluntad dinámica y la devoción incondicional al Señor interior.

El sufrimiento es un llamado a la investigación, todo dolor necesita investigación.

El dolor en la vida es inevitable, pero el sufrimiento no.

Dentro del viaje espiritual entiendes que el sufrimiento se convierte en algo que se te ha dado para mostrarte dónde tu mente aún está atascada. Es un vehículo para ayudarte a ponerte a trabajar. Por eso se llama gracia.

El sufrimiento solo muestra a qué estás atado. Por eso, para aquellos en el camino, el sufrimiento es gracia.

El sufrimiento es la lija de nuestra encarnación. Hace su trabajo de darnos forma.

Es la ignorancia la que sofoca, y es la negligencia la que la hace invisible. El hambre del deseo contamina el mundo, y el dolor del sufrimiento causa el mayor miedo.

Nadie puede sufrir todo el tiempo. Nadie pasará todos sus días en esta tierra sufriendo. Cada acción trae su propio resultado, y uno obtiene sus oportunidades en consecuencia.

De hecho, cuando tu corazón se duele al ver el sufrimiento de los demás, despierta una verdadera éxtasis espiritual. ¿Por qué? Porque agrada a Krishna, y estamos compartiendo el espíritu de amor de Krishna en una actitud de servidumbre.

No tengo deseo de riquezas ni posesiones, por lo que no tengo nada. No experimento el sufrimiento inicial de tener que acumular posesiones, el sufrimiento intermedio de tener que proteger y mantener las posesiones, ni el sufrimiento final de perderlas.

La fuente del sufrimiento es una falsa creencia en la permanencia y la existencia de yoes separados.

Las palabras de ese filósofo que no ofrece terapia para el sufrimiento humano son vacías y vanas.

Al igual que el exceso de alcohol, la autoconciencia nos hace vernos dobles, y creamos una doble imagen para dos yos: mental y material, controlador y controlado, reflexivo y espontáneo. Así, en lugar de sufrir, sufrimos sobre el sufrimiento, y sufrimos sobre el sufrimiento del sufrimiento.

Nuestra compasión humana nos une los unos a los otros, no en lástima ni condescendencia, sino como seres humanos que han aprendido a convertir nuestro sufrimiento común en esperanza para el futuro.