Solo aquél que tiene una comprensión coordinada tanto de lo visible como de lo invisible, de la materia y el espíritu, de la actividad y de lo que está detrás de la actividad, conquista la Naturaleza y así supera la muerte.

Nos convertimos en nuestro propio enemigo cuando nos sacan de balance la ira, el odio, la tristeza o cualquier otra emoción intensa. Por el momento estamos obsesionados por algo ajeno.

Mientras nuestras acciones estén basadas en un descontento interior, a largo plazo reforzarán los mismos sentimientos de descontento que tratamos de evitar.

La verdadera meditación nos da, por decirlo de alguna manera, alas para volar a un reino superior y así nos separa de las cadenas terrestres.

Aquél que no se ha apartado de una conducta malvada, cuyos sentidos están incontrolados, que no está tranquilo, cuyo mente no está en paz, nunca alcanzará este Atman ni siquiera con el conocimiento.

La idea de recompensa y castigo también surge de esta ley. Lo que sembremos, debemos cosechar. No puede ser de otra manera. [...] Si una persona pasa toda su vida pensando mal y haciendo el mal, entonces es inútil que busque la felicidad en la otra vida; porque nuestra otra vida no es una cuestión de azar, sino que sigue como la reacción de nuestra acción presente. [...] Sin embargo, nunca debemos perder de vista el hecho de que todas estas ideas de recompensa y castigo existen en el ámbito de la relatividad o la finitud. Ningún alma puede ser condenada eternamente por sus actos finitos y malos; porque la causa y el efecto siempre deben ser iguales. Así, podemos ver a través de nuestro sentido común que la teoría de la perdición eterna y el cielo eterno es imposible e ilógica, ya que ninguna acción finita puede crear un resultado infinito. Por lo tanto, según el Vedanta, el objetivo de la humanidad no es ni el placer temporal ni el dolor, sino Mukti o libertad absoluta; y cada alma está marchando consciente o inconscientemente hacia este objetivo a través de las diversas experiencias de la vida y la muerte.

La vida después de la muerte no brilla ante aquellos que carecen del poder de discriminación y que fácilmente se dejan llevar por el encanto de los objetos fugaces. Así como los niños son tentados por los juguetes, ellos son tentados por el placer, el poder, el nombre y la fama. Para ellos, estos parecen ser las únicas realidades. Al estar tan atados a las cosas perecederas, muchas veces caen bajo el dominio de la muerte. Hay una parte de nosotros que debe morir; hay otra parte que nunca muere. Cuando un hombre puede identificarse con su naturaleza inmortal, que es una con Dios, entonces vence a la muerte.

Los niños (los ignorantes) persiguen placeres externos; (así) caen en la trampa generalizada de la muerte. Pero el sabio, conociendo la naturaleza de la inmortalidad, no busca lo permanente entre las cosas fugaces.

Existe esta duda sobre lo que le sucede a un hombre después de la muerte. Algunos dicen que existe, otros que no existe. Este conocimiento deseo, siendo instruido por ti.

Todo esto, lo que sea que exista en el universo, debe ser cubierto por el Señor. Habiendo renunciado (a lo irreal), disfruta (de lo Real). No codicies la riqueza de ningún hombre.

Mientras el hombre esté dominado por la oscuridad de la ignorancia, es esclavo de la Naturaleza y debe aceptar todo lo que llegue como el fruto de sus pensamientos y actos. Cuando se desvía en el camino de la irrealidad, los Sabios declaran que se destruye a sí mismo; porque quien se aferra al cuerpo perecedero y lo considera su verdadero Ser debe experimentar la muerte muchas veces.

Aquel que está sin discriminación y cuyo mente siempre está incontrolada, sus sentidos son inmanejables, como los caballos viciosos de un conductor.

Aquel que es rico en el conocimiento del Ser no codicia poder o posesión externa.

Hasta que nuestra mente se retire de las variadas distracciones y agitaciones de los asuntos mundanos, no podemos entrar en el espíritu del estudio religioso superior.

Los sabios dieron al Supremo el nombre A-U-M, que representa la raíz de todo lenguaje. La primera letra ‘A’ es el sonido madre, siendo el sonido natural pronunciado por cada criatura cuando se abre la garganta, y no se puede emitir ningún sonido sin abrir la garganta. La última letra ‘M’, pronunciada al cerrar los labios, termina toda articulación. Al llevar el sonido desde la garganta hasta los labios, pasa a través del sonido ‘U’. Estos tres sonidos cubren, por lo tanto, todo el campo del sonido articulado posible. Su combinación se llama Akshara o la palabra imperecedera, el Sonido-Brahman o el Palabra Dios, porque es el nombre más universal que se le puede dar al Supremo.

Nuestras mentes deben meditar sobre algún objeto. Según lo que piensa, un hombre puede crear una atmósfera de resplandor, exuberancia, ligereza; y esto trae alegría. O puede llevar la melancolía consigo. Es una cuestión de hábito mental. Debemos construir nuestra propia vida con nuestros pensamientos. Hay muchas maneras de hacer esto. El arte, la música, incluso el trabajo manual, todo puede traer madurez al alma.

Más allá de los sentidos están los objetos, más allá de los objetos está la mente, más allá de la mente está el intelecto, más allá del intelecto está el gran Atman.

Mira hacia atrás a aquellos que vivieron antes y mira a aquellos que viven ahora. Como el grano, el mortal se descompone y como el grano vuelve a brotar (renace).

El que ve a todos los seres en su Ser y su Ser en todos los seres, nunca sufre; porque cuando ve todas las criaturas dentro de su verdadero Ser, la celosía, el dolor y el odio desaparecen.

Allí no llega el ojo, ni el habla, ni la mente. No sabemos Eso; no entendemos cómo se puede enseñar. Es distinto de lo conocido y también está más allá de lo desconocido. Así hemos oído de los antiguos (maestros) que nos hablaron de Él.

La verdadera autosuficiencia no significa depender de la fuerza física; significa depender de algo más poderoso, algo menos perecedero... Significa confiar en lo espiritual.

No puedes despertar a un hombre que finge estar dormido.

El que percibe el Ser en todas partes nunca se aparta de nada, porque a través de su conciencia superior se siente unido a toda la vida. Cuando un hombre ve a Dios en todos los seres y a todos los seres en Dios, y también a Dios morando en su propia Alma, ¿cómo puede odiar a algo viviente? El dolor y la ilusión descansan sobre la creencia en la diversidad, que lleva a la competencia y a todas las formas de egoísmo. Con la realización de la unidad, el sentido de la diversidad desaparece y la causa de la miseria se elimina.