No quiero ocupar ningún cargo público.

Estamos asediados por problemas y, si buscamos su origen, descubrimos que surgen por nuestro egoísmo, porque tendemos a perseguir nuestros propios intereses a expensas de los demás. Nuestras diversas tradiciones religiosas existen para ayudarnos a reducir estos problemas. Todas enseñan maneras de superar el sufrimiento cultivando amor y compasión, tolerancia, paciencia y contento.

La fuente última de mi felicidad mental es mi paz mental. Nada puede destruir esto excepto mi propia ira.

Debido a que todos compartimos una necesidad idéntica de amor, es posible sentir que cualquiera que encontremos, en cualquier circunstancia, es un hermano o hermana. No importa cuán nuevo sea el rostro o cuán diferente sea la vestimenta y el comportamiento, no existe una división significativa entre nosotros y los demás. Es una tontería detenerse en las diferencias externas, porque nuestras naturalezas básicas son las mismas.

La compasión crea naturalmente una atmósfera positiva, y como resultado, te sientes en paz y contento.

En nuestra vida diaria, una forma de pensar nos hace felices y otra forma de pensar nos hace infelices. En otras palabras, hay ciertos estados mentales que nos traen problemas, y pueden ser eliminados.

Pasa algo de tiempo solo cada día.

Al inhalar, cuídate a ti mismo. Al exhalar, cuida a todos los seres.

Cuando somos jóvenes y nuevamente cuando somos viejos, dependemos mucho del afecto de los demás. Entre estos períodos, normalmente sentimos que podemos hacer todo sin la ayuda de los demás y que el afecto de las otras personas simplemente no importa. Pero en esta etapa creo que es muy importante mantener un afecto humano profundo.

Aunque es difícil identificar la base física o la ubicación de la conciencia, tal vez sea la cosa más preciosa oculta dentro de nuestros cerebros. Y es algo que solo el individuo puede sentir y experimentar. Cada uno de nosotros lo valora profundamente, aunque es algo privado.

El punto clave es la amabilidad. Con amabilidad uno tendrá paz interior. A través de la paz interior, la paz mundial puede ser algún día una realidad.

Siempre tengo la sensación de que soy solo otro ser humano.

Básicamente soy optimista.

El amor y la compasión son las verdaderas religiones para mí. Pero para desarrollar esto, no necesitamos creer en ninguna religión.

El amor es la ausencia de juicio.

Si podemos abstenernos de dañar a los demás con nuestras acciones y palabras, podemos comenzar a prestar atención seria a hacer el bien activamente.

La compasión es el deseo de ver a los demás libres de sufrimiento.

Hay un dicho tibetano que dice: "En la puerta del rico miserable duerme el mendigo contento". El sentido de este dicho no es que la pobreza sea una virtud, sino que la felicidad no viene con la riqueza, sino de establecer límites a los propios deseos y vivir dentro de esos límites con satisfacción.

Al establecer nuestra motivación con fuerza por la mañana, cuando nuestra mente está fresca y clara, es mucho más probable que la recordemos durante el día y actuemos con esa intención.

Ser amable, honesto y tener pensamientos positivos; perdonar a quienes nos hacen daño y tratar a todos como amigos; ayudar a los que sufren y nunca considerarnos superiores a los demás: incluso si este consejo parece algo simplista, haz el esfuerzo de ver si, al seguirlo, puedes encontrar mayor felicidad.

Para los tibetanos, la verdadera fuerza de nuestra lucha es la verdad, no el tamaño, el dinero ni la experiencia. China es mucho más grande, más rica, más poderosa militarmente y tiene mucho mejor habilidad en la diplomacia. Nos superan en todos los campos. Pero no tienen justicia. Hemos puesto toda nuestra fe en la verdad y en la justicia. No tenemos nada más, ni en principio ni en la práctica.

Siempre creí en el amor, la compasión y un sentido de respeto universal. Cada ser humano tiene ese potencial.

El perdón no significa olvidar lo que ocurrió. Si algo es grave y es necesario tomar medidas correctivas, debes tomar esas medidas correctivas.